Las vanguardias musicales de la segunda mitad del siglo XX

Después de la Segunda Guerra Mundial, se inició la búsqueda frenética de un nuevo lenguaje musical. Se entró en el mundo del sonido, produciéndose una ruptura violenta con el pasado que hizo tambalearse incluso a la grafía de la música.
Principales características
Después de 1945, mientras compositores de gran talla vinculados con la tradición tonal continuaban desarrollando su obra, surgió una nueva generación, a escala internacional, que desarrolló de un modo radical algunas de las posiciones estéticas atonales nacidas en las décadas anteriores.
Estos jóvenes vanguardistas se inclinaron por la experimentación sonora y el desarrollo de nuevas ideas musicales y compartieron una serie de características:
  • Consideraban anacrónicos la tonalidad y sus conceptos asociados, tales como ritmo, melodía, forma o armonía.
  • Utilizaron mayoritariamente en sus composiciones nuevos timbres y sonidos, mediante la utilización de instrumentos novedosos o de nuevas formas de hacer sonar los instrumentos tradicionales.
A partir de los años 70, se produjo una reacción contra la excesiva complejidad de las vanguardias y un deseo general de recuperar la comunicación con el público perdida durante los años anteriores. La tendencia general fue la búsqueda, por parte de cada compositor, de un lenguaje propio y personal, basado en los hallazgos de las décadas anteriores, sin excluir la recuperación de la tonalidad como un recurso más a disposición del compositor.
Corrientes de vanguardia
Por su parte, las tendencias de vanguardia se sucedieron a gran velocidad, destacando, entre otras, estas corrientes:
 
El serialismo integral nació entre 1945 y 1960 en torno a los cursos de verano del Instituto Internacional de Música de Darmstadt, Alemania. Los serialistas, partiendo del dodecafonismo de la Escuela de Viena, aplicaron el concepto de serie no solo a las alturas, sino a todos los parámetros de la música, de modo que las intensidades, los timbres y las duraciones de los sonidos fueran también ordenados en series y aparecieran en la obra de un modo prefijado por la técnica compositiva. De este modo se consigue una música «totalmente organizada», en la que no hay lugar para el azar o las preferencias personales. Por su rigurosidad científica, a esta corriente también se la ha denominado ultrarracionalismo.
 
Como precedente de esta tendencia debe ser citado el francés Olivier Messiaen (1908-1992), estudioso del canto de los pájaros y de la música hindú, que compuso obras como Pájaros exóticos y Sinfonía de Turangalila.
 
Pero los tres principales compositores de esta tendencia fueron el francés Pierre Boulez (1925), autor de la obra más famosa y representativa de la escuela, El martillo sin dueño, así como de Tercera sonata y Destellos; el alemán Karlheinz Stockhausen (1928), del que cabe resaltar las 11 piezas para piano, Himnos y Jubileo, y el italiano Luigi Nono (1924-1990), de cuyas obras sobresalen Cantos de vida y amor y Bajo el sol cargado de amor; compuso también música electrónica.
 
La música concreta, surgida de laboratorios de sonido, partía de grabaciones en cinta magnética de sonidos naturales o «concretos» (risas, palabras, ruidos...), es decir, no producidos por instrumentos musicales. Esas grabaciones se manipulaban artísticamente para configurar nuevos mundos sonoros. Destacan en esta corriente los compositores franceses Pierre Schaeffer (1910-1995), autor de Sinfonía para un hombre solo, y Pierre Henry (1929), con obras como Orfeo y La reina verde.
 
La música electrónica utilizaba solo sonidos producidos por aparatos que los sintetizaban y se elaboraba en laboratorios. Esta música proporciona una gran gama de frecuencias, a la vez que innumerables niveles dinámicos.
 
Los logros principales se produjeron en torno al Estudio Electrónico de la Radio de Colonia y fueron aportados por Karlheinz Stockhausen, entre cuyas obras citaremos El canto de los adolescentes.
La música electroacústica utilizaba sonidos concretos y electrónicos, mezclando ambos estilos. Inicialmente, estas tendencias prescindían de la figura del intérprete, aunque pronto fue más habitual la combinación con instrumentos tradicionales. Practicaron esta música los compositores italianos Luciano Berio (1925) y Bruno Maderna (1920-1973).
 
La música aleatoria supuso la oposición al serialismo integral porque creaba obras abiertas, es decir, con múltiples posibilidades de interpretación. El compositor pide al intérprete que improvise o decida entre varias opciones interpretativas, sin excluir la intervención del azar, produciendo así obras en las que cada audición es diferente de cualquier otra posible. Los principales representantes de esta tendencia son el estadounidense John Cage (1912-1992), con su obra Imaginary Landscape n.° 4, y dos excepcionales compositores polacos, Witold Lutoslawski (1913-1994), autor de obras como Variaciones sinfónicas, Música fúnebre, Segunda sinfonía, Libro para orquesta y Concierto para violonchelo y orquesta, y Krzysztof Penderecki (1933), de quien cabe mencionar sus obras Pasión según San Lucas, Fluorescencias, Stabat Mater, Trenos por Hiroshima y la ópera Los demonios de Loudun.
 
La tendencia estocástica o matemática crea su música con la ayuda de ordenadores y basándose en la probabilidad matemática. El impulsor de esta corriente fue el griegofrancés Iannis Xenakis (1922-2001), con obras como Metástasis, Pithoprakta y Eonta.
Por su uso novedoso del concepto de textura, debe mencionarse también a uno de los compositores más celebrados de nuestro tiempo, el húngaro György Ligeti (1923), entre cuyas obras podemos resaltar el Réquiem y San Francisco Polyphony.
 
¿Crisis de las vanguardias?
 
Las tendencias vanguardistas entraron en crisis en torno a 1970, pero sus ideas y hallazgos siguen marcando una parte considerable de la evolución musical hasta nuestros días.
Una de estas tendencias fue el minimalismo, nacido en los años 60. La música minimalista o repetitiva es un estilo tonal, que utiliza como procedimientos la repetición prolongada de frases y la reducción extrema de los recursos musicales, buscando la simplicidad. Entre sus principales representantes se cuentan los estadounidenses Steve Reich (1936) y Philip Glass (1937).
Dentro de la música aleatoria se encuadra la música gráfica, en la que el intérprete se expresa guiado por una serie de gráficos y símbolos.