En el siglo XX se vive muy deprisa, suceden muchas cosas. Pero solo destacaremos tres acontecimientos importantes:
Las dos Guerras Mundiales, sobre todo la segunda, porque van a dar lugar a una doble concepción del mundo: el mundo occidental por un lado, vinculado a la democracia, con un nivel de bienestar alto, presunto continuador de la civilización occidental, pero con una caída importante de valores morales en forma de materialismo, egoísmo… Por otro lado, el mundo comunista, en pos de una utopía, que por el momento se queda en una pobreza generalizada, falta de libertad, ausencia de iniciativa y de creatividad… Cabe señalar que entre estos dos mundos siempre ha habido guerras frecuentes.
Cabe destacar el grandioso desarrollo científico y tecnológico hasta cotas insospechadas, que afectaron en gran modo a la sociedad. Desaparecen como consecuencia gran parte del mundo rural, y el que sobrevive lo hace en unas de mecanización, que reducen el esfuerzo humano, la utilización de animales y producen un alto rendimiento productivo. En contraposición crece la inmigración a las grandes ciudades y sus áreas metropolitanas, con muchas diferencias a los lugares de origen de la población. Cambia consecuentemente la organización de la sociedad, el arraigo a la familia, etc. Avanza la lucha contra las enfermedades, y el bienestar apenas soñado antes, creando necesidades nuevas y por tanto, nuevas frustraciones que no tenían las anteriores generaciones.
Debido a esta intranquilidad producida por las contradicciones entre riqueza y pobreza, hambre, violencia, trabajo… nacen movimientos juveniles de protesta (como el movimiento “hippy”), de rebelión contra el sistema pero sin aportar alternativas positivas a los problemas surgidos, como una utopía, lo que conlleva una ruptura con el convencionalismo y la moral clásica solo por el hecho de serlo: la familia, la sociedad, el civismo… Manifestando muchas veces en acciones llenas de violencia porque sí, sin razón alguna.